Pasear por las calles de Villanueva del Duque, desde el pasado mes de mayo, es toda una oportunidad de conocer la biografía de muchos de sus personajes ilustres. De esta manera, desde aquí cada sábado iremos recorriendo a través de historia e imágenes cada una de las nueve placas que dan nombre a plazas y calles de nuestro pueblo.
Las nueve placas manuscritas sobre cerámica nos descubren la vida de personas que en algún momento de la historia de nuestro municipio recibieron el reconocimiento de los vecinos y que, al mismo tiempo, componen una ruta histórica que no os podéis perder.
Nuestra primera placa corresponde a ALEJANDRO LÓPEZ ANDRADA, Poeta e Hijo Predilecto de Villanueva del Duque, plaza y aroma de naturaleza viva. Un maestro de la rima y la palabra escrita en muchos de sus géneros. Alejandro, vecino de Villanueva del Duque desde que naciera en el año cincuenta y siete, no ha dejado de dibujar versos con olor a paisaje. Ha sido y es un escritor comprometido con su tierra. Él ha desempeñado una gran labor en el rescate de la memoria de nuestro municipio, impidiendo que ésta se pierda en el olvido.
López Andrada estudió Ciencias de la Educación. Comenzó a escribir desde muy joven y, hasta el momento, ha creado poemarios como: “El Valle de los Tristes” (1985), “Códice de la melancolía” (1989), “La tumba del arco iris” (1994), “El rumor de los chopos” (1996), “Los pájaros del frío” (2000), o “El vuelo de la bruma” (2005); habiendo recibido premios como Nacional San Juan de la Cruz, Rafael Alberti, José Hierro, Ciudad de Badajoz, el Andalucía de la Crítica, o el Ciudad de Salamanca. “La tierra en sombra” (2007) obtuvo el V Premio Fray Luis de León, publicado en Visor; en 2011 aparecerá «Las voces derrotadas» (Hiperión), obra ganadora del Ricardo Molina.
En narrativa ha publicado siete novelas: “La dehesa iluminada” (1990), “La mirada sepia” (1994), “La bóveda de cuarzo” (1996), “Bruma” (1998), “El césped de la luna” (2001), “Los hijos de la mina” (2003), “El libro de las aguas” (Algaida. 2007), que ha sido adaptada al cine por el director Antonio Giménez-Rico, y «Un dibujo en el viento» (El Páramo, 2010); una recopilación de estampas literarias, “La Luz del Verdinal” (El Páramo, 2008); también, tres ensayos narrativos: “El viento derruido” (Oberon, 2004), “Los años de la niebla” (Oberon, 2005) y “El óxido del cielo” (El Páramo, 2009).
«Un incesante viaje de corazones que buscan, en las cosas sencillas, las respuestas a lo más elemental y profundo. Esas son las páginas en las que Alejandro deja, más allá del olvido, de los silencios, cuajado con palabras y alimentado con retazos de una memoria que seguirá siempre viva, mientras los seres humanos guarden en su corazón el resplandor de cada amanecer y el destello fugaz de todos los crepúsculos» (Serafín Pedraza Pascual).